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miércoles, 4 de abril de 2012
100 Mitos de la Ciencia
La mayoría de revistas y libros de divulgación de la ciencia son divertidos e interesantes porque nos muestran el lado más amable de la investigación científica. Sus autores y especialistas se esfuerzan en contarnos anécdotas, hechos curiosos y conclusiones sorprendentes, que incrementan nuestro asombro por este mundo y por quienes trabajan en él.
Sin embargo, hay otra línea de divulgación para el gran público que se disfraza de información científica, cuando en realidad no lo es. Al contrario, este género, digamos “literario”, es el responsable de lo que llamamos “mitos de la ciencia”, que muchas personas creen sin poner en absoluto en duda lo que dicen. Algunos de estos mitos proceden de tan atrás en el tiempo que parecen claramente establecidos. Nadie (o casi nadie) parece dudar de que los avestruces escondan su cabeza bajo tierra, que los seres humanos sólo usamos el 10 por ciento de nuestro cerebro, que nazcan más niños durante la luna llena, o que el agua del fregadero gire en sentido contrario en el hemisferio sur. Afirmaciones como éstas se han repetido hasta la saciedad, hasta tal punto que se dan por auténticas verdades científicas.
En realidad, son meros mitos de la ciencia, y Daniel Closa, biólogo e investigador del CSIC, se ha encargado en este libro de desmontarlos uno a uno. Como el título de la obra indica, “100 mitos de la ciencia” está dedicado a exponer los 100 mitos más conocidos, a analizarlos y a mostrar su verdadera cara.
Son mitos de todas clases, relacionados con la salud, el cuerpo, los animales, la comida, la evolución, la Tierra, el espacio, los propios científicos, y la historia. Closa dedica incluso un último capítulo a los mitos urbanos y las conspiraciones, fuertemente extendidos.
Basta echar un vistazo al índice para comprobar que estamos ante un libro fantástico, muy necesario y capaz de sorprendernos. No habrá ningún lector que no pueda reconocer que alguno de los 100 mitos que se mencionan en la obra era para él una verdad científica hasta ahora.
Algunos de los mitos tratados son: que la vitamina C cura el resfriado, que la dieta vegetariana es más sana, que cabello y uñas siguen creciendo tras el fallecimiento, que los gatos siempre caen de pie, que las serpientes bailan al son de la música de los encantadores, que los rayos jamás caen en el mismo lugar, que Marte se ve del tamaño de la Luna durante su máxima aproximación, que en el zodíaco hay doce signos, que los americanos nunca llegaron a la luna, que hay cocodrilos albinos en las alcantarillas de Nueva York, etc.
Closa dedica un par de páginas para cada mito, describiendo sus posibles orígenes y aclarando cuál es la verdad sobre el tema implicado. Su texto es claro y sencillo, perfectamente comprensible para cualquier persona.
Muchos científicos muestran su contrariedad cuando se encuentran con alguno de estos mitos, pero pocos se han puesto manos a la obra para contribuir a acabar con ellos. Daniel Closa sí lo ha hecho y el resultado es un trabajo que debe valorarse como tal. Altamente recomendable para todo tipo de público, nos sorprenderá de manera grata, por su estilo comunicativo y por su valor intrínseco como herramienta educativa. Divulgar no es sólo aportar nueva información, también es rebatir aquella que es incorrecta. “100 mitos de la ciencia” cumple con creces con esta máxima y se merece todos los lectores que sean posibles. De este modo conseguiremos con el tiempo eliminar los mitos científicos, sustituyéndolos por la verdad.
Fuente: Noticias de la Ciencia
Fragmento del libro
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